Vivir es resistir al caos con sentido



Vivir es resistir al caos con sentido
por Felisindo Rodriguez
19 setiembre 2025

Introducción:
Antes de adentrarnos en este viaje sobre la vida y el universo, creo conveniente aclarar el significado de dos términos de la física que aparecerán una y otra vez, con los cuales no siempre se esta familiarizado.

Entropía: el desorden el caos inevitable que tiende a dominar todo a nuestro alrededor.

Negentropía: la chispa de orden que resiste al caos, la energía que mantiene vivas a las estrellas, a los planetas y a nosotros mismos.

Con estos conceptos en mente, podremos seguir explorando cómo el cosmos y la existencia humana se organizan, luchan y encuentran sentido en medio del caos.

1. El destino entrópico del universo

El universo se expande desde aquel instante primordial que llamamos Big Bang. La física contemporánea nos recuerda que, en ese proceso, opera una ley ineludible: la segunda ley de la termodinámica, que establece que la entropía —el desorden— tiende a aumentar. En términos cósmicos, todo se encamina hacia la dispersión de energía y materia: estrellas que se apagan, galaxias que se alejan, sistemas que se disgregan.

En este marco, la vida aparece como un núcleo de negentropía: cada ser vivo invierte energía para mantener orden interno, sostener funciones vitales y resistir la desorganización inevitable. Tal como una estrella fusiona hidrógeno para sostenerse, nosotros respiramos, metabolizamos, pensamos y sentimos para sostener nuestro orden interno frente al caos.

Sin embargo, esa resistencia es temporal: la muerte, como el colapso estelar, disipa la energía acumulada y devuelve el sistema al desorden del universo. En ese gesto de breve organización reside la paradoja humana: luchar por el orden mientras sabemos que no durará, y aún así encontrar sentido en ese esfuerzo.

Este ensayo explora esa tensión: cómo emergen islas de orden en medio del caos, cómo las estructuras vivientes prolongan la negentropía (el orden)y cómo nuestra conciencia y espiritualidad nos permiten transformar la energía temporal de la vida en sentido, belleza y legado.

2. Negentropía en la naturaleza

El universo no es solo expansión caótica: en medio de la entropía surgen focos de orden, auténticos núcleos de negentropía.

  • En las estrellas, la gravedad concentra materia y energía hasta provocar la fusión nuclear. Estas esferas luminosas son motores de orden temporario: generan elementos más complejos a partir de los simples, creando así la química necesaria para la vida.
  • En los planetas, la gravedad vuelve a actuar como arquitecta. Los elementos pesados, como el hierro, se hunden hacia el núcleo, mientras los más livianos forman cortezas, océanos y atmósferas. El resultado es una estructura jerárquica, un orden natural nacido del simple hecho de tener masa.
  • En la vida, el fenómeno se vuelve aún más sorprendente. Los organismos absorben energía de su entorno para mantener su estructura interna: consumen, respiran, metabolizan, y con ello prolongan un orden improbable en medio del desorden. Cada célula, cada cuerpo, es un sistema negentrópico: invierte energía para postergar el caos.

Así, el cosmos no es un mero derrumbe hacia el desorden, sino un escenario donde nacen y mueren pequeñas islas de orden, en equilibrio precario, pero significativas.

3. La paradoja vital: orden en medio del caos

La vida misma es una rebelión contra la entropía, pero una rebelión condenada a no triunfar en el plano fisico. Erwin Schrödinger, en su célebre obra ¿Qué es la vida?, definió a los seres vivos como sistemas que se alimentan de “negentropía”, es decir, que extraen orden del entorno para sostenerse.

Más tarde, Ilya Prigogine mostró cómo los sistemas lejos del equilibrio —las “estructuras disipativas”— pueden generar orden en medio del desorden, siempre que intercambien energía con su ambiente. La vida, en este sentido, no es una excepción a la ley de la entropía, sino una de sus expresiones más ingeniosas: se organiza no a pesar del desorden, sino gracias a él.

Sin embargo, esta paradoja contiene un límite: toda estrella se apaga, todo organismo muere. La negentropía no cancela la entropía, apenas la demora. Pero en esa demora se abre un espacio inmenso: el espacio de la creatividad, de la conciencia, de la historia. La vida fisica es un breve triunfo del orden sobre el caos, y es precisamente esa fragilidad la que le confiere su belleza.

4. Psicología de la negentropía

Si en la física y en la biología la negentropía aparece como una fuerza vital de resistencia al desorden, en la psicología podemos encontrar un paralelo profundo. El ser humano, con su conciencia, es un artesano del orden: organiza ideas, construye rutinas, establece jerarquías de valores y procura mantener una coherencia interna frente a la complejidad del mundo.

En este esfuerzo, hay personas que llevan la lucha al extremo: los perfeccionistas. Para ellos, cada detalle fuera de lugar, cada imprevisto, es vivido como una amenaza. En términos energéticos, el perfeccionista es como una estrella que gasta combustible aceleradamente para mantener una forma perfecta de negentropía existencial. Su necesidad de controlar lo incontrolable se convierte en un drenaje de energía vital que lo agota, o termina explotando como una supernova, del mismo modo que un sistema cerrado acaba consumiéndose en su propia exigencia de orden.

La paradoja psicológica es clara: cuanto más absoluta la búsqueda de negentropía interior, más rápido se acelera el desgaste. En otras palabras, el perfeccionismo pretende negar la entropía a toda costa, pero en ese mismo intento genera una mayor entropía interna: estrés, ansiedad, agotamiento.

La salud psicológica, en cambio, no consiste en negar la entropía sino en integrarla. La persona flexible aprende a vivir con cierto grado de desorden, de incertidumbre y de imperfección. En términos termodinámicos, se comporta como un sistema abierto: mantiene un nivel de orden suficiente para sostenerse, pero permite el flujo de energía e información con su entorno. No necesita un control absoluto, sino un equilibrio dinámico.

En esta clave, la madurez psicológica puede entenderse como el arte de dosificar la negentropía: sostener el orden interior esencial sin pretender eliminar toda la incertidumbre inevitable de la vida. El equilibrio entre estructura y fluidez, entre forma y apertura, es lo que permite que la existencia no colapse en el agotamiento ni se disuelva en el caos.


5. Existencia, espiritualidad y el arte de habitar la entropía

La vida humana es, en esencia, una paradoja: sabemos que nuestro orden interior, construido a lo largo de años de esfuerzo, será inevitablemente arrasado por la entropía del tiempo y la muerte. La biología explica el cómo de ese colapso; la física, el porqué final de todo sistema que se consume. Sin embargo, la conciencia nos permite convertir ese destino en reflexión y en búsqueda de sentido.

En esta tensión, la espiritualidad puede ser leída como un camino de armonización con la entropía. Mientras el perfeccionista gasta sus fuerzas en negar el caos, el meditador aprende a respirar en medio de él. La meditación no es una estrategia de control absoluto, sino una práctica de apertura: aceptar lo que acontece, ordenar lo esencial y dejar que lo accesorio se disuelva. En lugar de un sistema cerrado que lucha hasta agotarse, la mente en contemplación se vuelve un sistema abierto, capaz de intercambiar energía y calma con su entorno.

Visto así, meditar o vivir lentamente no son modas, sino expresiones concretas de una sabiduría más profunda: aceptar la entropía inevitable, pero crear núcleos de orden interior que nos sostengan. Estos núcleos no pretenden durar para siempre, como si fueran estrellas inmortales, sino que son pequeños faros temporales en el flujo del universo. El orden interior se convierte entonces en un acto espiritual: una forma de resistencia suave, no violenta, frente al caos.

Desde la perspectiva cristiana, cada día tiene un valor intrínseco, y la vida debe centrarse en lo esencial: amar, servir, construir, crear y cuidar. La esperanza en una existencia futura, prometida por Cristo, ilumina nuestro presente: las dudas, las preguntas y los enigmas de la vida serán finalmente comprendidos. Esta promesa nos recuerda que nuestro esfuerzo por mantener orden y sentido no es vano, sino que se inserta en un plan más amplio y eterno.

En última instancia, lo espiritual puede definirse como la capacidad de transformar la entropía en sentido. No podemos frenar la expansión del cosmos, pero podemos dotar de significado a nuestra propia expansión y a nuestro propio ocaso. En ese gesto, la vida no se reduce a una lucha perdida contra el desorden, sino que trasciende y se eleva como una ofrenda: un breve orden consciente, nacido del polvo de las estrellas, que enriquece el universo antes de disolverse en él. Y al vivir cada día con este sentido, con amor y propósito, nos alineamos con la esperanza cristiana de que nuestro esfuerzo y nuestras preguntas tendrán finalmente respuesta en la plenitud de una nueva existencia.


Conclusión: 

La vida no es negación del destino entrópico, sino su transfiguración. Somos breves, pero en esa brevedad podemos generar belleza, memoria, vínculos y trascendencia. Al fin, nuestra existencia es un acto de ofrenda: un instante de conciencia que, antes de disolverse, deja una huella de sentido en el universo, antes de volver a encontrarse con su Creador.



“No somos seres humanos con una experiencia espiritual, somos seres espirituales viviendo una experiencia humana.”

 Teilhard de Chardin (1881–1955)




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Referencias:
Pensadores actuales que discuten entropía, vida y sentido

  1. Ilya Prigogine (1917–2003)
    • Premio Nobel.
    • Trabajó sobre las estructuras disipativas: cómo del desorden pueden emerger islas de orden (vida, conciencia).
    • Libro clave: ¿Tan solo una ilusión? (1997).
  1. Erwin Schrödinger (1887–1961)
    • Su obra ¿Qué es la vida? (1944) introdujo el concepto de negentropía.
    • Inspiró a los biólogos moleculares (Watson y Crick).
  1. Stuart Kauffman (1939–)
    • Teórico de sistemas.
    • Estudia cómo la complejidad y el orden emergen naturalmente en sistemas abiertos.
    • Habla de la vida como una “propiedad emergente del universo”.
  1. Jeremy England (1972–)
    • Físico del MIT.
    • Propone que la vida surge casi inevitablemente como máquina disipativa de energía, obedeciendo la segunda ley.
    • En su teoría, la vida no lucha contra la entropía, sino que es una forma de acelerarla.
  1. Roger Penrose (1931–)
    • Cosmólogo, Nobel 2020.
    • Reflexiona sobre entropía cósmica, agujeros negros y conciencia.
    • Habla del “conformational cyclic cosmology” (universo cíclico donde la entropía se reinicia).
  1. Teilhard de Chardin (1881–1955)
    • Jesuita, paleontólogo.
    • Propuso que la evolución apunta hacia una complejidad creciente, un “Punto Omega”.
    • Integra ciencia y trascendencia.
  1. Contemporáneos en filosofía y teología:
    • John Polkinghorne (físico y sacerdote anglicano): sobre el sentido del universo en medio de la muerte térmica.
    • Hans Küng (teólogo): aborda la entropía dentro de la pregunta por la vida eterna y el sentido.



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