Tengo sueño, ¡no me hables!
Tengo sueño, ¡no me hables!
por Felisindo Rodriguez & IA
4/09/2025
Todos hemos experimentado ese momento crítico del día: es tarde, el cuerpo pide descanso, y un comentario mínimo parece una provocación. Una broma de la pareja, una pregunta trivial de un colega, incluso un mensaje de WhatsApp, puede generar una reacción emocional desproporcionada. “Tengo sueño, ¡no me hables!” deja de ser un simple exabrupto y se convierte en una advertencia real: nuestro cerebro está en un estado en el que la racionalidad se reduce y la susceptibilidad emocional aumenta. Lo curioso es que esto no es solo una percepción subjetiva: la neurociencia ofrece explicaciones claras de por qué, cerca de la hora de dormir, nos volvemos más irritables y menos pacientes.
Por eso, hacer reuniones de grupo muy tarde, luego de una jornada de trabajo no es lo mas aconsejable, sabemos que ubicar nuestros horarios es complicado, pero tenemos que tener en cuenta el cuándo, porque esto va afectar los resultados de la misma.
La biología del cerebro al final del día
El fenómeno se puede entender mejor al analizar la actividad cerebral y los cambios neuroquímicos que ocurren con la fatiga y la aproximación al sueño. En primer lugar, la corteza prefrontal, encargada de la planificación, el autocontrol y la regulación emocional, disminuye su actividad cuando estamos cansados. Esta reducción compromete la capacidad de interpretar información de manera objetiva y de controlar impulsos, dejando espacio para que la emoción domine la reacción. Así, una frase neutra puede percibirse como crítica, y un gesto inofensivo, como ofensivo.
Paralelamente, los niveles de neurotransmisores y hormonas comienzan a modificarse. La serotonina y la melatonina aumentan para preparar el sueño, mientras que restos de cortisol o adrenalina pueden persistir. Esta combinación crea un estado peculiar: estamos más sensibles y reactivos, pero también más propensos a la interpretación emocional de estímulos simples. Incluso un olor, un ruido o un comentario ligero puede activar una respuesta emocional exagerada.
Un tercer elemento es el llamado estado hipnagógico, esa transición entre la vigilia y el sueño. En esta fase, los procesos mentales mezclan lo consciente con lo inconsciente, y la interpretación de la realidad se vuelve más emocional y menos racional. Es el momento en el que los pensamientos parecen flotar, a veces irracionales o creativos, y donde el cerebro tiende a amplificar emociones residuales del día. En este contexto, la irritabilidad no es capricho ni mala educación: es la consecuencia natural de la biología cerebral en acción.
Ejemplos cotidianos de la susceptibilidad nocturna
- En la pareja: un comentario sobre la ubicación de un objeto o la forma de hacer una tarea puede desencadenar una discusión innecesaria. Lo que normalmente se interpretaría de manera neutral se siente como crítica directa.
- En el trabajo: un correo revisado tarde puede generar ansiedad o frustración, incluso si el contenido es neutro. La fatiga disminuye la capacidad de filtrar y evaluar la información objetivamente.
- En la familia: los niños perciben la falta de paciencia de los adultos cansados, y pueden sentirse rechazados o confundidos por reacciones aparentemente desproporcionadas. Los niños mismo, se muestran más caprichosos e irritables. Es muy importante, si se le leen cuentos que contenido tienen, porque él mismo será procesado por ellos durante el sueño.
- En un grupo social ( Iglesia, club, etc) : A veces la reuniones de prolongan hasta altas hora de la noche, no logrando muchas veces los objetivos, por discusiones sin sentido entre algunos de los miembros.
Estos ejemplos muestran que el efecto no es exclusivo de una persona “malhumorada”; se trata de un patrón neurofisiológico común, influido por la fatiga, la hora del día y la proximidad al sueño.
Aunque algunas personas son mas susceptibles que otras al fenómeno.
Cómo aprovechar y manejar este estado
Conocer los mecanismos cerebrales detrás de nuestra irritabilidad nocturna permite usar estrategias conscientes para reducir conflictos y mejorar la convivencia:
- Reconocer el estado: Ser consciente de que nuestra corteza prefrontal está fatigada y que somos más susceptibles ayuda a evitar reacciones impulsivas.
- Tomar pausas: Un par de minutos de respiración profunda o de meditación ligera antes de interactuar pueden restablecer parte de la regulación emocional.
- Autosugestión positiva: Repetir mentalmente frases como “Estoy cansado, no reaccionaré de forma exagerada” prepara al cerebro para responder con calma.
- Planificación consciente: Evitar decisiones importantes o conversaciones delicadas justo antes de dormir, y reservar esos momentos para actividades de relajación o introspección.
- Ser comprensivos si vemos que ocurre el fenomeno: Podemos ver en determinada circunstancia que una persona es sensible a este estado, entonces no profundizar una discusion ya que la persona no será receptible a nuestras ideas o comentarios.
Entender este patrón puede ayudarnos a aprovechar la vulnerabilidad cerebral: momentos antes de dormir son ideales para reforzar hábitos, memorizar información o practicar autosugestión, porque el cerebro aún activo pero receptivo puede consolidar aprendizajes durante las primeras fases del sueño.
Conclusión
Decir “Tengo sueño, ¡no me hables!” no es solo un comentario humorístico; refleja un estado cerebral real, con fundamentos neurobiológicos claros. La combinación de fatiga prefrontal, cambios hormonales y el estado hipnagógico explica por qué nuestra percepción y reacción emocional pueden distorsionarse al final del día. Reconocer estos cambios nos permite manejar mejor nuestras emociones, reducir conflictos innecesarios y, paradójicamente, convertir la vulnerabilidad nocturna en una oportunidad para consolidar hábitos y memoria. Comprender cómo funciona nuestro cerebro cerca del sueño no solo nos hace más tolerantes con los demás, sino que también nos permite interactuar de manera más estratégica con nuestra propia mente.
Bibliografía
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