Fe, Materia y Fisica Cuántica

Fe, Materia y Fisica Cuántica
por Felisindo Rodriguez asistido en redacción por IA

“Como hombre que ha dedicado toda su vida a la ciencia más clara, al estudio de la materia, puedo decirles como resultado de mi investigación sobre los átomos: la materia como tal no existe. Toda la materia se origina y existe solo en virtud de una fuerza... Debemos suponer detrás de esta fuerza la existencia de una mente consciente e inteligente. Esta mente es la matriz de toda la materia.”
Max Planck, conferencia de Florencia, 1944

1. Introducción: El mundo como posibilidad

Vivimos en un mundo que percibimos como sólido, denso, lleno de objetos tangibles e inmutables. Sin embargo, desde comienzos del siglo XX, la física cuántica nos ha advertido que esta percepción es, en el mejor de los casos, una ilusión funcional. La materia, según las bases cuánticas, no es más que una condensación de energía, y esta energía se comporta, en su estado fundamental, como una onda de probabilidad. Lo que llamamos “real” emerge solo cuando la observación –y esto es crucial– colapsa esa onda en una manifestación determinada.

Esta proposición, tan escandalosa como inspiradora, abre una vía para repensar no solo nuestra relación con la naturaleza, sino también con la espiritualidad. Si el mundo no es una maquinaria cerrada, sino un campo de posibilidades moldeadas por la observación consciente, ¿qué rol juega entonces el sujeto en la constitución del mundo? ¿Y qué implicaciones tiene esta idea para la fe y los conceptos religiosos sobre la creación, la libertad y la intervención divina?

Este ensayo pretende explorar, con mirada crítica y profundidad teórica, las consecuencias ontológicas, epistemológicas y espirituales de considerar que la materia es solo energía colapsada por un acto de conciencia. Se trata de un intento por tender puentes entre la física cuántica y la fe sin caer en sincretismos ni extrapolaciones ingenuas, sino atendiendo a lo que ambos lenguajes –el científico y el religioso– sugieren sobre el misterio de la realidad.


2. Materia como energía condensada: la ruptura del paradigma clásico

El modelo clásico newtoniano concibió la materia como una entidad sólida y separada del observador. El universo era una maquinaria perfecta, y el conocimiento era simplemente descubrir sus engranajes. Pero la mecánica cuántica ha demostrado que la materia, a niveles subatómicos, no es un “algo” sino una posibilidad. Un electrón, por ejemplo, no es una partícula que “está” en algún lugar, sino una nube de probabilidad que puede “aparecer” en múltiples lugares con distintas probabilidades. Solo cuando se mide (o se observa), esa posibilidad se colapsa en una realidad concreta.

Max Planck, el padre de la teoría cuántica, llegó a afirmar: “No existe la materia como tal. Toda materia se origina y existe solamente en virtud de una fuerza...”. Estas "fuerzas electromagneticas" son las que mantienen la energía en ciertos estados o patrones que llamamos materia. Así, la materia no sería sustancia sino una forma de organización de la energía, observable bajo ciertas condiciones.

Esta comprensión quiebra el paradigma materialista. El universo ya no puede entenderse como un objeto pasivo e independiente. Es un campo vibrante, en flujo continuo, donde la materia es una cristalización efímera del fondo energético del mundo.


3. El papel del observador: ¿conciencia o medición?

Uno de los aspectos más debatidos de la mecánica cuántica es el rol del observador. El famoso experimento de la doble rendija muestra que una partícula puede comportarse como onda o como corpúsculo según si es observada o no. Este fenómeno no es simplemente una curiosidad experimental; es una revolución del conocimiento.

¿Quién o qué colapsa la función de onda? ¿Es necesario que haya una conciencia observante o basta con una “medición” física? Las respuestas varían según las interpretaciones (Copenhague, multiversos, colapso objetivo, etc.), pero todas reconocen que el fenómeno observado no existe como tal hasta que entra en relación con un marco de observación.

Desde una mirada crítica, esto nos enfrenta con una doble inquietud: por un lado, la física deja de ser una descripción de lo que “es” para convertirse en una descripción de lo que “aparece” al observador. Por otro, se insinúa que la conciencia –o al menos algún tipo de experiencia relacional– es constitutiva de la realidad tal como la conocemos. ¿Puede entonces la conciencia humana (o una conciencia superior) dar forma al mundo? ¿Es esto compatible con la idea religiosa de una creación libre sostenida por una voluntad trascendente?


4. Fe como observación creadora: resonancias teológicas

En muchos pasajes del Evangelio se sugiere que la fe tiene el poder de “mover montañas”, de hacer real lo improbable, de traer a la existencia lo que aún no es. En Marcos 11,23 leemos: “Quien diga a este monte: Quítate y échate al mar, y no dude en su corazón sino que crea que sucederá lo que dice, le será hecho.” Leído desde una ontología clásica, esto suena a hipérbole moral o metáfora espiritual. Pero si lo leemos desde la ontología cuántica, algo cambia.

"La fe podría ser entendida como una forma elevada de observación: una mirada profunda y confiada que concreta realidades aún no manifestadas."

En otras palabras, la fe no solo espera o desea; crea posibilidades. En este sentido, el acto de fe podría tener un correlato cuántico: una disposición de conciencia que modifica el campo de lo posible, como si al observar con amor y certeza, se activara una resonancia entre lo que está en potencia y lo que llega a ser.
Todo fue hecho con la Palabra según las escrituras, porque la Palabra indica intención. "Hágase la luz, y la luz se hizo".
Jesús realizo muchos milagros, pero antes siempre le preguntaba a la persona "Que deseas?" y por su fé, Jesus obraba el milagro. En Nazareth, Jesus no pudo hacer ningún milagro, porque ellos no tenían fé. 

Esto no implica que todo sea posible para el individuo por mera voluntad –eso sería un voluntarismo mágico– sino que el universo no es cerrado, y la conciencia (especialmente la fe) opera como un canal para que ciertas configuraciones de energía se concreten. Desde aquí, podríamos repensar la oración, los milagros y la providencia como fenómenos donde la fe no es superstición, sino sintonía con un orden profundo que responde a ciertas formas de conciencia.


5. Crítica a las extrapolaciones fáciles

No obstante, es necesario tener cautela. Existen numerosos discursos pseudoespirituales que trivializan la física cuántica, usándola como justificación para todo tipo de afirmaciones sin rigor. Frases como “crea tu realidad” o “todo es energía” se repiten sin comprensión de los fundamentos físicos ni del contexto en que se aplican los términos.
Dicho esto, sí es legítimo –y filosóficamente fértil– explorar las implicaciones de estos descubrimientos en el marco de una antropología ampliada, donde la conciencia no sea un epifenómeno de la materia sino un interlocutor real de la existencia.


6. Hacia una nueva antropología: El ser humano como agente activo en la manifestación de lo posible

Si el universo no es una estructura fija sino un campo de posibilidades, el ser humano no es un engranaje más, sino un nodo de observación y creación. Esto implica una nueva responsabilidad ontológica: no estamos simplemente en el mundo; co-participamos en su emergencia.

La fe, entonces, puede ser entendida no como una escapatoria al conocimiento racional, sino como una dimensión intensiva de la conciencia que nos permite “ver” de otra manera. Ver con fe, en este marco, es crear espacio para que lo invisible se manifieste. Y en ese sentido, tiene un poder real, aunque no mágico, sobre la realidad.

Esta visión no niega a Dios ni reemplaza la revelación con ciencia, sino que sugiere una nueva gramática para entender cómo Dios actúa: no desde fuera, sino desde dentro del campo de posibilidades, inspirando actos de observación amorosa que desencadenan nuevas realidades. 


7. Conclusión: realidad, libertad y misterio

El mundo cuántico nos ha enseñado que la realidad no está dada, sino ofrecida. Que lo que vemos no es lo único que hay, sino lo que hemos logrado colapsar. En este sentido, la realidad es menos un dato y más un don. Un don que espera de nosotros una mirada libre, amorosa y comprometida.

Esta comprensión, lejos de banalizar la fe, la eleva a una forma de conocimiento profundo. Una forma que no se contenta con describir lo que hay, sino que se arriesga a mirar lo que puede ser. Desde aquí, la espiritualidad no es un refugio de certezas, sino una aventura de conciencia, una forma de resonancia con el misterio.

Y tal vez, como sugieren tanto los místicos como los físicos, al final del camino, realidad y fe no sean opuestas, sino dos modos de nombrar el mismo proceso: la danza infinita entre la posibilidad y el amor.


Bibliografía opcional:

  • Planck, Max. Where Is Science Going? (1932)

  • Heisenberg, Werner. Physics and Philosophy: The Revolution in Modern Science (1958)

  • Zohar, Danah. The Quantum Self (1990)

  • Capra, Fritjof. The Tao of Physics (1975)

  • Wheeler, John A. “Law Without Law” en Quantum Theory and Measurement (1983)

  • Penrose, Roger. The Emperor’s New Mind (1989)

  • Wilber, Ken. La conciencia sin fronteras (1985)


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